¿Cómo aceptar mejor las críticas?

Si son constructivas, nos ayudan a crecer y a mejorar. Sin embargo, no siempre sabemos encajarlas adecuadamente

Por Nuria Safont

Criticar es una de las costumbres más populares. Es, de hecho, muy frecuente que nos sentemos a hablar de una persona que no está presente. Tampoco es difícil que alguien nos haga una crítica constructiva de algún aspecto de nuestro físico, personalidad o trabajo. Si se hacen con afán de ayuda, todas las sugerencias deberían ser bienvenidas. Ahora bien, no siempre encajamos que alguien nos juzgue, aunque lo haga con la mejor de las intenciones. Y, en ocasiones, podemos responder muy mal. Una baja autoestima podría ser la responsable. 

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La autoestima comienza a formarse en la infancia. La actitud que muestran los padres y los profesores respecto a las tareas y las acciones que emprenden los más pequeños juega un papel fundamental en el concepto que tendrá el niño de sí mismo. Esta percepción le acompañará durante toda su vida. Padres muy exigentes pueden formar una personalidad insegura. Una protección excesiva puede convertir al pequeño en un individuo indeciso. Por el contrario, los que fomentan la autoaceptación y reconocen los méritos de su hijo tienen más posibilidades de formar una  personalidad alegre, equilibrada y sin complejos. Y capaz de aceptar las críticas. 

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Según la doctora María Gudín, autora del libro ‘Cerebro y afectividad’, la autoestima tiene tres aspectos claves:

Aceptarse a uno mismo. Para ello, es imprescindible conocerse tal cual uno es. Después de saber cómo somos, con nuestros defectos y virtudes, aceptarnos. Del mismo modo, es necesario aceptar la vida que nos rodea, aceptar los cambios y soportar los fracasos.

Aceptar los defectos. Para ello hay que reconocerlos. Una vez reconocidos es preciso aceptarlos sin negarlos y sacar lo positivo que puede haber en ellos.

Superarse. En la medida de lo posible, hay que intentar fomentar todo lo bueno que hay en nosotros e intentar cambiar aquello que pueda entorpecer nuestro crecimiento personal. Para todo ello lo fundamental es quererse. Solo así se obtiene la fuerza necesaria para vencer los obstáculos. 

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Siempre que tengamos una buena autoestima podremos encajar bien las críticas que nos hagan. Además, debemos ser humildes, aceptar que no siempre vamos a acertar en todo ni podemos agradar a todos los que nos rodean. También es importante hacer un trabajo de reflexión para poder concluir si esa crítica nos parece justa o no. Si consideramos que no es pertinente, debemos expresarlo y no callarnos, pero con respeto. Asimismo, conviene averiguar qué ha provocado que el otro nos juzgue. Perdonarse, reconocer los fallos y trabajar para mejorarlos nos ayudará a desarrollarnos interiormente y a aceptar mejor otras críticas que, sin duda, llegarán. 

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Cómo criticar sin ofender

Saber criticar es otro aspecto importante que tenemos que tener en cuenta. De hecho, una mala crítica puede hacer mucho daño. Los gritos, los insultos, el menosprecio o las críticas en público hieren el orgullo y minan la autoestima. Además se suele obtener el efecto contrario así como fomentar la agresividad, el rencor y la  negatividad.

Por ello, si no tenemos otra alternativa que juzgar el comportamiento de otra persona, su actitud o algún aspecto de su físico, debemos hacerlo de forma respetuosa e individualmente. Asimismo, podemos ofrecernos a ayudarle a mejorar. Es más, una buena crítica debe ir seguida de un compromiso de apoyo. Así, si animamos y demostramos a la otra persona que confiamos en ella y que sabemos que tiene capacidad para desempeñar esa tarea o cambiar un mal hábito o actitud, sin duda, mejorará. 

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Estas pueden ser algunas estrategias que pueden ayudarte a hacer buenas críticas: 

Resalta lo positivo. Antes de criticar un aspecto negativo de los demás, elogia lo positivo. 

Tú también fallas. Si observas que alguien ha cometido un error, analiza antes los tuyos. Admítelos y corrígelos. De esta manera, tus compañeros estarán más predispuestos a subsanar los suyos. 

Sé humilde. No critiques con una actitud altiva o aleccionadora. La soberbia o la prepotencia suelen poner a los demás a la defensiva.