El desafío de México con las botellas de plástico

Su consumo registra máximos históricos por las malas políticas, la falta de potabilidad del agua y el mal estado de la red hidráulica. ¿Dónde están las soluciones?

Por Gtresonline

La red hidráulica de México deja mucho que desear. Las constantes fugas, el deterioro de las tuberías y la calidad del agua ha desarrollado un miedo generalizado en la población, que encuentra como mejor alternativa el consumo de agua embotellada. Los que pueden permitírselo utilizan filtros para purificar y tratar de eliminar las bacterias, el mal sabor u olor del agua, pero realizar la instalación conlleva un coste y un mantenimiento no apto para la mayoría de los bolsillos, ya que si no se cambian con relativa frecuencia ellos mismos pueden convertirse en un foco de infección.

El problema no solo se traslada a las zonas más pobres o afectadas del país, también se refleja en la capital del país azteca, donde una de las premisas que reciben los turistas nada más llevar es la de no beber agua del grifo. A pesar de que las organizaciones aseguran que es seguro el consumo de agua corriente, el miedo al contagio de algunas enfermedades como el cólera, que ya causaron varias decenas de muertos hace años, lo cierto es que la gente sigue prefiriendo comprar agua embotellada. Entonces, ¿qué ocurre?

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El negocio del plástico

El planeta se encuentra en plena guerra contra el plástico y en este país se acumulan toneladas diarias de botellas vacías. "Esto se debe a que el Estado no es capaz de garantizar el derecho al agua potable y eso ha incentivado el negocio privado del agua embotellada. Solo el 58% de las botellas son recicladas y el consumidor paga un 5.000% más por el producto solo por el coste del envase", afirma desde Greenpeace Miguel Rivas.

La mayoría de los edificios cuentan con cisternas de almacenamiento de agua que permiten el abastecimiento de la población durante los constantes cortes que se producen diariamente. Esa agua estancada puede acabar convirtiéndose en foco de bacterias. Por lo que tampoco es una solución viable, al menos para el consumo directo. Este problema ha acabado convirtiéndose en un círculo vicioso que ha llevado al país a máximos históricos en lo que a consumo de agua embotellada se refiere. Sin duda, el paraíso para las empresas privadas que la comercializan.

El gasto que supone comprar agua constantemente ha llevado a miles de personas a utilizar filtros domésticos de poca fiabilidad o acuden a comercios con filtros instalados que abaratan el precio del agua y permiten rellenar bidones. "Hemos hecho el análisis de algunas de esas aguas embotelladas y hemos encontrado patógenos, en concreto escherichia coli [bacerias del tracto intestinal]. No sabemos si se contaminaron en la tienda o en los camiones de reparto. En algunos casos podemos hablar de agua adulterada", afirma Ruiz Loyola en una entrevista para El País. El profesor de Química Orgánica solo recomienda beber del grifo en casos de condominios horizontales, es decir, en casas bajas donde el agua entra de la corriente pública sin intermitencias y sin almacenamiento previo en las cisternas.

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Malas políticas y falta de presupuesto

Las botellas de agua siguen vendiéndose sin parar. Bien por precaución, por miedo o por simple 'tradición', la idea de que el país pueda disponer de agua 100% limpia y que los ciudadanos reduzcan el consumo de plásticos se asemeja a una utopía. Solamente en Ciudad de México, más de un millón de personas no tienen agua corriente y más de un millón y medio la recibe por camión cisterna de forma periódica. Pero cambiar todo el sistema de cañerías, con más de 50 años de antigüedad y teniendo en cuenta la cantidad de terremotos que asolan la zona no parece rentable. De hecho, en 2017 el gobierno hizo un recorte del 72% del presupuesto federal destinado para el agua y el saneamiento en zonas urbanas y rurales, bajando de los 12.600 millones de pesos anuales en 2016 a los 3.600 millones de pesos en 2017. "Si el agua se distribuyera correctamente, dado el caudal que entra en la ciudad, cada persona podría disponer de 350 litros al día", dice Manuel Perló, destacado experto en planeación urbanística, que asegura que un 40% del agua de la ciudad se pierde en fugas.