¿Cómo influye la dieta en los pacientes con fibromialgia?

Los expertos confirman que hay estudios que indican que con una alimentación saludable y equilibrada se mejora el dolor, la fatiga y otros síntomas asociados a esta dolencia

Por Pilar Hernán

La dieta, no hay duda, tiene una gran influencia en la evolución de determinadas enfermedades. Lo que comemos puede empeorar determinadas patologías, pero también mejorar su pronóstico, como sucede en el caso de los dolores de cabeza o la anemia. Hoy nos ocupa la fibromialgia, una enfermedad crónica y compleja que causa dolores generalizados y un cansancio profundo que se asocia a otros muchos síntomas.  Tal y como nos explica Eva Mª Bautista, nutricionista de Blua de Sanitas, el principal objetivo para tratar la fibromialgia es disminuir los síntomas y evitar que se deteriore la calidad de vida de los pacientes. “Aunque no existe una dieta específica para fibromialgia, ya que cada persona puede tener diferente sintomatología y gravedad, hay estudios que indican que con una alimentación saludable y equilibrada se mejora el dolor, la fatiga y otros síntomas”, nos cuenta.

Para abordar la influencia de la dieta en los pacientes con fibromialgia, hemos hablado también con Sara López Oliva, dietista-nutricionista colegiada en CODINMA, quien nos ha ayudado a poner un poco de luz en este tema que, sin duda, preocupa y mucho a quienes lo padecen.

¿Hasta qué punto influye la dieta en los pacientes con fibromialgia?

La fibromialgia es un trastorno de origen aún desconocido cuyo síntoma fundamental es el dolor crónico generalizado. En la actualidad no existe tratamiento, sino que, dependiendo de los síntomas del paciente, se pauta medicación para aliviarlos. La nutrición es fundamental en estos pacientes, los cuales, además, por su situación tienden a adoptar diferentes patrones dietéticos. Generalmente, se observa una mayor frecuencia de desórdenes alimentarios, obesidad y, especialmente, síntomas digestivos. El gluten es uno de los factores dietéticos más estudiados, observándose que a pesar de que estos pacientes no son diagnosticados de enfermedad celíaca, mejorarían notablemente al retirar este componente de la dieta, es decir, son sensibles al gluten no celíacos. La sensibilidad al gluten no celíaca es un síndrome caracterizado por síntomas intestinales y extra intestinales relacionados con la ingestión de alimentos que contienen gluten en sujetos que no se ven afectados por la enfermedad celíaca ni por la alergia al trigo.

Otros alimentos que se comienzan a estudiar en estos pacientes son aquellos con alto contenido en FODMAPs (fructooligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, son sus siglas en inglés) como por ejemplo el trigo, crucíferas, legumbres, cebolla, ajo… ¿Te sientan mal estos alimentos? ¿Tienes continuamente gases, dolor y distensión abdominal? Su retirada de la dieta únicamente debería ser temporal para evitar carencias, pero es muy frecuente que sean mal tolerados. Y sumado a esto, los estudios también apuntan a la histamina. Esta es una amina que se encuentra presente en alimentos y podría generar síntomas digestivos, dolor de cabeza, dolores musculares y articulares, y alteraciones dermatológicas cuando no es eliminada adecuadamente. Si tienes con frecuencia estos síntomas y notas mala tolerancia al tomate, los quesos curados, el alcohol, los chocolates, el pescado azul… puede que tengas carencia de la enzima que se encarga de eliminarla (enzima DAO).

A nivel digestivo es muy frecuente en estos pacientes como se comentaba anteriormente la sensibilidad al gluten no celíaca o el déficit de DAO pero también intolerancia a lactosa y fructosa, helicobacter pylori, sobrecrecimiento bacteriano y permeabilidad intestinal. También es muy común en estos pacientes observar candidiasis vaginal, infecciones de orina recurrentes y alteraciones dermatológicas todo ello relacionado con la dieta.

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¿Hay alimentos que pueden incrementar la sintomatología característica de estos pacientes?

Los pacientes con fibromialgia tienen notables síntomas digestivos debido a sus antecedentes, estrés, fármacos… La dieta es esencial para mantener un estado nutricional óptimo, aliviar síntomas digestivos (y extra digestivos) y prevenir un posible sobrepeso. De hecho, algunos estudios indican que alrededor de un 30% de los pacientes modifican sus hábitos alimentarios tras el diagnóstico. Como se comenta en el punto anterior, los alimentos más estudiados son aquellos que contienen gluten, FODMAPs e histamina. Si la dieta tiene un alto contenido en productos procesados (con harinas refinadas, grasas de mala calidad, azúcares, ciertos aditivos…) podrá producirse una inflamación crónica de bajo grado (incrementando el dolor, dificultando el sueño…) además de síntomas digestivos.

¿Cuáles son las pautas nutricionales que deberían seguir?

La dieta siempre debe ser personalizada, aunque se estén estudiando los factores dietéticos comentados anteriormente. Se deben evaluar los antecedentes del paciente, operaciones, farmacología, hábitos alimentarios, ejercicio físico, gustos y preferencias…para realizar una dieta saludable adaptada. Una dieta saludable y equilibrada es aquella con alimentos naturales (o buenos procesados), es decir, vegetales, frutas, cereales, legumbres, huevos, frutos secos, semillas, carne y pescado (estos últimos dependiendo de las creencias del paciente y no indispensables).  Después se debe valorar la tolerancia del paciente, pues quizás no tolere todas las frutas, todas las verduras, etc, pero el dietista-nutricionista irá adaptando la dieta y buscando el origen de esta intolerancia. La bebida de elección deberá ser el agua evitando así los zumos, refrescos (azucarados o edulcorados) y alcohol. La toma de suplementos deberá evaluarse por el especialista no siendo necesario en todos los pacientes y se recomienda descartar dietas “milagro” con sustitutivos de alimentos o con promesas de resultados rápidos.

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¿Notan mejoría los pacientes cambiando algunos de sus hábitos nutricionales?

Los pacientes notan mejoría muy notablemente al cambiar sus hábitos alimentarios y adaptar la dieta a los síntomas que padecen. La mejoría es muy llamativa en la reducción de gases, hinchazón, acidez, dolor abdominal, alteraciones dermatológicas, dolor de cabeza, cansancio… y además mejoran su tránsito intestinal (es muy habitual que estos pacientes padezcan diarrea, estreñimiento o alternen episodios de ambos). Suelo observar en consulta muy frecuentemente que estos pacientes utilizan la comida como “premio” o “vía de escape” y es muy importante mejorar esta relación con la alimentación. Esto se conoce como “hambre emocional” y es un alivio temporal.

¿Hay alimentos que les vienen especialmente bien para sobrellevar mejor los síntomas propios de su enfermedad?

Cada caso debe ser evaluado de forma individual, pero en general, la base de la dieta deberían ser vegetales, frutas, cereales, legumbres, huevos, frutos secos, semillas, carne y pescado (estos últimos dependiendo de las creencias del paciente y no indispensables) pero al existir con frecuencia síntomas digestivos debería adaptarse de forma individual. Deben retirarse estrictamente los productos procesados, grasas saturadas, azúcares, alcohol… Comer saludablemente evitará que el paciente tenga sobrepeso u obesidad ya que mantener un peso adecuado ayudará a reducir el dolor y la fatiga. Los pacientes con fibromialgia generalmente no pueden practicar ejercicio físico frecuentemente lo cual empeora esta situación.

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¿Podemos entonces concluir que tiene algún tipo de vínculo la fibromialgia con aquellos pacientes con celiaquía o sensibilidad al gluten?

Como decíamos, el gluten es uno de los factores dietéticos más estudiados.  Los síntomas aparecen a las horas o días tras la ingesta de gluten y pueden ser típicamente digestivos como hinchazón o dolor abdominal pero también pueden aparecer otros síntomas extra digestivos como dolor de cabeza, dolores musculares o "mente confusa”. El conocido como síndrome de intestino irritable (diagnóstico muy frecuente en estos pacientes) es un trastorno intestinal habitual que produce distensión y dolor abdominal, meteorismo, diarrea y estreñimiento. Estos síntomas también son comunes a la sensibilidad al gluten no celiaca asociando por ello algunos estudios que el gluten podría desencadenar el síndrome de intestino irritable. Como conclusión, cada paciente debe estudiarse individualmente para poder mejorar su calidad de vida y poder recomendarle unas pautas alimentarias más específicas, además de acompañarle en el cambio de hábitos. Al mismo tiempo, recomiendo siempre un tratamiento multidisciplinar (médicos, dietistas-nutricionistas, fisioterapeutas, psicólogos, terapias de relajación…) para ayudar al paciente.