Milos, la isla griega de las 71 playas

En esta isla del archipiélago de las Cícladas, un campesino halló la famosa Venus del Louvre. La diosa griega del amor y la belleza no pudo elegir mejor lugar que esta ínsula de paisajes versátiles y vida de otro tiempo que atesora algunos de los arenales más espectaculares del planeta.

Por MARÍA FLUXÁ

Solo el Egeo, un mar tan prolijo en gestas extraordinarias, podía albergar una isla tan prodigiosa como Milos, también llamada Milo o Melos. Parte del archipiélago de las Cícladas, atesora en sus 150 kilómetros cuadrados exactamente 71 playas, a cual más fascinante. Las hay para todos los gustos: solitarias y románticas para parejas, arenales dorados para disfrutar en familia y otras tan hedonistas que atraen a grupos de jóvenes, en su mayoría italianos.

La milagrosa fisionomía de esta isla discreta, no tan frecuentada como las vecinas Mikonos o Santorini, responde en gran medida a su pasado volcánico. Los paisajes mudan de la suavidad mediterránea, con sus aguas celestes y olivos plateados, a la aridez áspera y salvaje de sus hipnóticos arenales. Es el caso de Sarinikio, probablemente la playa con más magnetismo de todo el Mediterráneo. Sus formas inéditas, como si de un paisaje lunar se tratara, con sus ondulaciones blancas que contrastan con un mosaico de aguas de azules, conforman un paisaje único, pleno. Solo por ella vale la pena este viaje.

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Pero la generosidad de Milos es tal que resulta difícil conformarse con una sola playa. De hecho, conviene dejar a merced de los vientos la elección. Así, donde no soplen con fuerza –algo habitual en verano– será la costa elegida. Del litoral meridional habrá que decantarse por Provatas, especialmente cómoda si se viaja con niños, no solo por su arena dorada y la disponibilidad de sombrillas y hamacas, sino porque no cubre a lo largo de un gran trecho. También para familias es ideal Plathiena.

Algunas playas del sur son además el punto de embarque para descubrir la isla desde el mar, porque hay lugares en Milos que son inaccesibles por tierra o resultan difíciles de alcanzar andando. Así, a bordo de una thalassitra, una embarcación de madera y tres palos tradicional del Egeo se llega hasta Kleftiko, un espectáculo rocoso esculpido por el viento donde bucear por los recovecos de sus cuevas o simplemente disfrutar de sus aguas cristalinas.

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También en el sur queda Firiplaka. Con su chiringuito, camas balinesas y una gran roca en el centro que evoca el ambiente hippie de Tailandia, es la playa más hedonista de la isla, y, quizás por eso, la favorita de los mismos jóvenes que se pueden encontrar en Ibiza o Formentera. Recomendable por su ambiente es Palichori, enmarcada por brutales acantilados volcánicos de colores psicodélicos. Y, si se busca la soledad y el sosiego, la playa ideal es Mytakas, con un puesto de madera donde su dueño sirve conversación y cerveza.

La buena mesa es otra gran bendición de esta isla sencilla. Es fácil encontrar apetecibles restaurantes, a precios razonables, en los dos núcleos urbanos y turísticos: Adamas –que es, además, puerta de entrada, pues es a su puerto a donde llegan los ferries desde Atenas– y Pollonia, en la otra punta, donde se suceden las terrazas para comer frente al mar. Sus empinadas callejuelas encaladas –con interesantes tiendas artesanas, como Xápiopa y Soleil– conducen a su iglesia ortodoxa, conformando la típica postal del Egeo. De igual manera no faltan los pulpos secándose al sol, como ocurre en Mandrakia. 

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Tomarle el pulso a la vida cotidiana en Milos, tan pausado, como de otro tiempo, es fácil. Basta acercarse a Klima, con sus casas-embarcadero de colores vivos junto al mar y su vida tranquila que también se descubre en la playa de Firopotamos, o deambular por la capital, Plaka. Si en esta vigila desde su cumbre Kastro, un castillo veneciano del siglo XIII, en su plaza aguarda el museo arqueológico, que se conforma con una réplica de la famosa Venus de Milos, actualmente en el Louvre. Aquí la encontró casualmente un campesino en 1820. No había mejor lugar para la diosa del amor y la belleza que esta isla plácida de playas hermosas.

TEATROS, CATACUMBAS Y AGUAS TERMALES

Además de playas, en Milos no faltan vestigios del pasado, como su antiguo teatro, originario del siglo III a.C., aunque reconstruido posteriormente, y las catacumbas, el monumento cristiano más importante de la isla, que se remonta al siglo I de la era actual. Pero, además, la isla alberga aguas termales, siendo de visita obligada la llamada Cueva de Hipócrates. De propiedades curativas, a ellas se refirió el «padre de la medicina», de ahí el nombre que reciben estos baños de Lakkos (Adamas). Y aunque gozan de fama desde la Antigüedad, darse baños no es una práctica habitual entre los turistas, sino más bien una costumbre local.

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GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar

En vuelo directo desde España a Atenas. Una vez en la capital griega tanto las compañías Aegean como Olympic Air tienen vuelos domésticos a Milos. La opción más habitual es tomar un ferry desde el puerto del Pireo, con compañías como Aegean Speed Lines, que tarda unas cuatro horas. Los hay más rápidos, pero son susceptibles de ser cancelados por el estado de la mar. La agencia Grecotour (grecotour.com) organiza viajes personalizados a Milos, así como paquetes que incluyen estancia en la isla. Ocho días en Atenas y Milos con traslados, pero sin vuelos, a partir de 450 €.

Cómo moverse

Lo más recomendable es el alquiler de un coche, ahora bien, algunos lugares de la isla solo pueden descubrirse en quad. En la agencia local Travel me to Milos (travelmetomilos.com) pueden reservar online los billetes de los ferries, así como alojamiento, excursiones en barco y el alquiler de vehículos y quads. 

Dónde dormir

Debido al frágil ecosistema de la isla, las opciones de alojamiento en Milos son a pequeña escala, pero siempre con mucho encanto. Hay hoteles boutique como Breeze (milosbreeze.gr) en Pollonia, ideal para ir con niños por sus habitaciones familiares, pero también perfecto para parejas. Otra opción muy recomendable es el alquiler vacacional, la agencia Travel Me To Milos (travelmetomilos.com) dispone de diversas opciones, entre las que se encuentra la White Villa en Adamas, con capacidad para ocho huéspedes y servicio de limpieza diario.

Dónde comer

Sin grandes pretensiones, la gastronomía en Milos es excepcional por autenticidad y la calidad de la materia prima. Destacan los platos de pescado, precedidos por mezedes o aperitivos, que pueden degustarse junto al mar como en Mikros Apoplous (Tel. +30 2287 024207), en Adamas. O en el Tarantella (Tel. +30 2287 021627), cerca de Provatas; en la Sirocco Taverna (restaurantsirocco.gr), en la playa de Palichori. También hay opciones informales recomendables, a base de ensaladas y bocadillos, como las que sirven en el chiringuito de Plathiena. En Plaka, es buena opción Phatses (Tel. +30 2287 821740), en la plaza del museo arqueológico. Y goza de merecida fama Enalion (enalion-milos.gr), en Pollonia. Es memorable el restaurante-ouzería Medousa (medusamilos.gr), en Madraki, de ambiente familiar y auténtico.

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