El Cañón del Colorado manchego y otras sorpresas en Toledo

Aguas abajo de la ciudad de Toledo, el Tajo es un espejo que refleja puentes milenarios, ruinas visigóticas y un castillo templario. Pero también un insospechado refugio de aves en un paisaje que recuerda al famoso de la Costa Oeste de Estados Unidos. Muy pocos conocen estos tesoros y se pueden descubrir en una ruta en coche.

Por Andrés Campos

La ciudad de Toledo es famosa por muchas cosas: la catedral, el Corpus Christi, el alcázar, los grecos, las sinagogas, las espadas, los mazapanes…, pero por ninguna que tenga que ver con la naturaleza. Sin embargo, ahí mismo, junto al puente romano de Alcántara, arranca un camino natural, la senda ecológica del Tajo, que permite andar por la abrupta margen derecha del río, al pie mismo de la ciudad, contemplando aves. Señalizada con postes y letreros, recorre 2,5 kilómetros. En cosa de una hora se alcanza el puente gótico y altísimo (27 metros) de San Martín, donde acaba y donde lo más recomendable, salvo que se desee atravesar la ciudad, es dar media vuelta para regresar por el mismo camino.

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Tras la caminata, lo que toca y apetece es comer y para ello ningún sitio mejor que ir en coche a la otra orilla del Tajo, donde están los Cigarrales, que además regalan la mejor panorámica del skyline de la ciudad imperial y la profunda curva que el Tajo traza a su alrededor.

Aguas abajo, en el municipio de Burujón, a 26 kilómetros, el Tajo vuelve a reflejar un paisaje memorable: el de los acantilados arcillosos de cien metros de altura, desgarrados por la erosión, que ciñen la orilla norte del embalse de Castrejón, ofreciendo un estremecedor cuadro de vértigo y rojos crepusculares. En el kilómetro 24 de la CM-4000 (Toledo-Talavera) aparece señalizada la senda de las Barrancas, una ruta circular de cinco kilómetros que permite recorrer en un par de horas este Gran Cañón del Colorado manchego, asomándose a dos miradores y un observatorio de aves.

Cerca de estas espectaculares cárcavas, continuando por la misma carretera, está La Puebla de Montalbán. Tiene una hermosa plaza Mayor porticada, a la que dan el palacio de los Condes de Montalbán y la iglesia parroquial, con finos artesonados. Y un museo dedicado a La Celestina (museolacelestina.com), pues aquí se supone que nació su autor, Fernando de Rojas.

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Desde La Puebla se ha de seguir la carretera que, cruzando el Tajo, lleva hacia San Martín de Montalbán y, a los 14 kilómetros, coger el desvío señalizado que conduce a Santa María de Melque, una de las pocas iglesias visigóticas que se conservan en España, y que fue el corazón de una importante comunidad monástica. Junto a ella, un centro de interpretación.

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En el mismo punto de la carretera en que surge el desvío a Melque, lo hace, en dirección contraria, el que lleva hasta las ruinas del castillo de Montalbán, ubicado hoy en una finca de caza (tel. 627 56 29 21). Una imponente escarpadura de 100 metros profundidad por la que corre el río Torcón, afluente del Tajo, sirve de foso a esta fortaleza construida en el siglo XIII por los templarios y que pone el broche final a la ruta.

GUÍA PRÁCTICA

Dónde dormir

En Toledo, en el Parador (parador.es), en la ladera de los cigarrales y con increíbles vistas de la ciudad; o en el Palacio Buenavista (eurostarspalaciobuenavista.com], un moderno hotel de cinco estrellas con el mayor spa de la región y apartado del centro. En El Carpio del Tajo, en La Señorita (lasenoritacasarural.com), una casa castellana del siglo XVIII puesta al día con telas floreadas, bodega impoluta y esbeltos cipreses.

Dónde comer

Dos buenas direcciones en Toledo son Hierbabuena (restaurantehierbabuena.com), un antiguo cigarral con vistas a la ciudad, que es restaurante y gastrobar, o La Ermita (restauranteloscuatrotiempos.com, donde probar platos modernos con una panorámica de la ciudad insuperable. En La Puebla de Montalbán está El Nogal (restauranteelnogal.com), de cocina tradicional, frente al museo de La Celestina.