En busca de la cara más sostenible de Fuerteventura

Árida y con un paisaje dominado por dunas, llanuras desérticas y playas infinitas, la isla canaria es un imán para el turismo de sol y playa, pero también un edén para quienes buscan un destino repleto de tesoros naturales y un turismo responsable y respetuoso con el medio ambiente.

Por JAVIER GARCÍA BLANCO

Unamuno llegó a Fuerteventura en 1924, condenado al destierro, pero la belleza de la isla y la sencillez y bondad de sus gentes convirtieron lo que debía ser una prisión desértica y triste en un exilio paradisíaco que dejó huella en el espíritu del autor de Niebla: «Un oasis me fuiste, isla bendita», recordaría más tarde en uno de sus versos. 

La Fuerteventura que conoció Unamuno era muy distinta a la actual. No había entonces miles de turistas cabalgando las olas en tablas de surf ni apurando las horas de ocio nocturno. Pero más allá del turismo de sol y playa, que se hace fuerte en ciertos puntos de la costa, todavía es posible descubrir aquella isla que emocionó al bilbaíno. Un paraíso repleto de tesoros naturales –toda la isla es Reserva de la Biosfera (gestion.cabildofuer.es/fuerteventurabiosfera)–, y que invita a realizar un viaje de la mano del turismo sostenible, la conservación de la naturaleza, sus paisajes y su biodiversidad.

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REGRESO A LA TRADICIÓN

Recordar la «etapa» canaria de Unamuno –pasó aquí cuatro meses– obliga a una visita a Puerto del Rosario, la capital de la isla. Allí se encuentra la casa-museo dedicada al filósofo y escritor, el mismo edificio en el que se alojó y que en aquellos años era el Hotel Fuerteventura. En su interior se puede ver todavía su despacho, su dormitorio e incluso la máquina de escribir con la que trabajó esos meses, al mismo tiempo que descubrimos los pormenores de su vida en la isla, sus amistades majoreras y sus excursiones por el territorio.

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Desde allí, a apenas 20 kilómetros de la capital, nos espera el pueblo de Tefía, donde se encuentra el Ecomuseo de La Alcogida. Este singular espacio está compuesto por un poblado tradicional de siete viviendas majoreras, en las que se reconstruye la forma de vida de los habitantes de la isla hasta los años 70 del siglo pasado. Las viviendas, que conservan el nombre de sus antiguos propietarios –Casa Jacinto, Casa de don Teodosio...– son un excelente muestrario de edificios de distinta clase económica y tamaño. Tras una cuidadosa restauración, las edificaciones constituyen hoy el máximo exponente de la arquitectura tradicional majorera. Además, el ecomuseo ofrece también a los visitantes la oportunidad de participar en talleres con distintos artesanos, que enseñan los secretos de su oficio.

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Otro icono de la identidad majorera son sus molinos, introducidos en la isla en el siglo XVIII. La mayoría de estas construcciones –hoy suman varios centenares repartidos por el territorio– se empleaban para extraer agua, pero, sobre todo, para moler cereales y producir la harina con la que se elabora el célebre gofio. Entre los molinos mejor conservados se encuentran los de la localidad de Villaverde, en La Oliva, cuya silueta sobresale en lo alto de una colina.

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Desde allí basta un breve paseo para descubrir otro tesoro isleño, en este caso paisajístico. Nos referimos al Malpaís de la Arena, uno de los seis monumentos naturales de Fuerteventura. Este terreno volcánico, esculpido con rocas no erosionadas, surgió de las entrañas de la tierra durante la última erupción del volcán de la Arena, hace unos 10.000 años. Aquel evento geológico dio lugar a un paisaje de incomparable belleza, repleto de formas caprichosas y con una de las poblaciones de flora más llamativa de Canarias, con presencia de tabaibas dulces, aulagas y tarabillas.

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PARQUES NATURALES

El Malpaís de la Arena es solo un pedacito de ese paraíso paisajístico que asoma en cada rincón de la isla. Y no exageramos. En poco más de 1600 km2, Fuerteventura cuenta con tres parques naturales y otro rural, dos paisajes de especial protección y seis monumentos naturales. Uno de estos lugares, de increíble belleza, es el Parque Natural de las Dunas de Corralejo, al nordeste de la isla. Frente a los abundantes rojos, ocres y caquis de otros puntos de la geografía insular, aquí destacan el blanco de sus arenas eternas y el turquesa de unas aguas cuya contemplación transmite un benéfico sosiego.

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Con más de 2600 hectáreas, las dunas de Corralejo –las más extensas de Canarias–, dan forma a un océano infinito de arena, modelado a diario por los infatigables alisios. El parque y sus dunas, formadas por la pulverización de la concha de moluscos, atraen cada día a miles de visitantes y, al mismo tiempo, dan cobijo a una riquísima biodiversidad, con un buen número de endemismos: aquí, por ejemplo, podemos contemplar avutardas, hubaras canarias, erizos o ardillas y, ya desde sus playas, también se pueden divisar distintas especies de cetáceos, como delfines o calderones.

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Más al norte, a medio camino entre Fuerteventura y la vecina Lanzarote, se encuentra otro parque natural, el del islote de Lobos. Esta pequeña isla tiene su origen en el Pleistoceno, y aunque de dimensiones reducidas –suma apenas seis kilómetros cuadrados–, posee una riqueza natural sorprendente. Además de paisajes espectaculares y rincones sobrados de encanto –como El Puertito o la playa de La Concha–, el islote invita a pasear por hermosos senderos, como los que conducen hasta la montaña de La Caldera –el antiguo volcán–, el faro, o las zonas de malpaís. Además, la visita al parque natural es una oportunidad perfecta para participar en un bioblitz –una iniciativa de ciencia ciudadana que busca fotografiar y catalogar tantas especies como sea posible–, y después «colgar» los datos en portales como iNaturalist.

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VIAJE AL PASADO

Fuerteventura es la isla más antigua del archipiélago, y para comprobarlo basta con hacer una visita al pintoresco pueblecito de Ajuy. Aquí, en esta pedanía pesquera del municipio de Pájara, descubrimos una apacible playita de arenas negras y, a solo un paso, las rocas más antiguas de toda Canarias, el conocido como «complejo basal», que se formó hace 70 millones de años en las profundidades oceánicas, aunque no emergió hasta mucho tiempo después. 

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El recorrido por este rincón, hoy Monumento Natural, permite descubrir un paraíso de hermosas formaciones geológicas. El entorno cuenta también con otro atractivo: las llamadas Cuevas de Ajuy, creadas por la incansable fuerza de las olas, que acabaron por dar forma a unas enormes cavidades que algunos comparan con una catedral en la roca. De vuelta en el pueblo, merece la pena detenerse en alguno de los pequeños restaurantes que miran al mar, donde se pueden degustar platos típicos isleños: no puede faltar el gofio escaldado, ni pescados frescos como meros, sargos o viejas.

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Fuerteventura posee multitud de hermosos rincones en tierra firme y en su costa, pero también si alzamos la vista. De hecho, la isla cuenta con la certificación de Reserva Starlight, un sello de calidad que reciben aquellos destinos con una magnífica visibilidad nocturna y escasa contaminación lumínica. Para comprobarlo, uno de los mejores lugares es el mirador astronómico de Sisacumbre, no muy lejos de Ajuy. Desde allí, a 300 metros de altitud, pueden contemplarse durante el día rincones de gran belleza, como el Monumento Natural de Montaña Cardón o la Degollada del Viento. Al caer la noche, el espectáculo es aún mayor gracias a las incontables estrellas que iluminan el firmamento. Stars by Night (starsbynight.es) organiza salidas nocturnas para observar el firmamento y paseos al caer el sol hasta el volcán de la Luna.

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BELLEZA LUNAR

De norte a sur y de este a oeste, Fuerteventura está atravesada por caminos –más de 255 kilómetros– que hacen las delicias de los senderistas. Lo sabe bien Andreas Caliman, un alemán de rostro curtido por el sol y con la sonrisa típica –amplia y luminosa– de quien se gana la vida mientras disfruta con su trabajo. Andreas llegó aquí hace 25 años, y no tardó en caer rendido ante sus encantos, hasta el punto de que abandonó el periodismo para convertirse en guía turístico. Hoy conoce la isla como la palma de su mano, y guarda como un tesoro varias rutas de trekking en las que, nos confiesa, es posible no cruzarse con otro ser humano durante varias jornadas (fuertescout.com).

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Más conocidos son los paisajes que se divisan al recorrer el Parque Natural de Jandía, al sur de la isla. Tras dejar atrás la localidad costera de Morro Jable, llena de hoteles y turistas, la carretera se transforma en una pista de tierra que se adentra en el parque, cuajado de paisajes lunares. Hacia el norte, ascendiendo por la cordillera de Jandía –donde se encuentra el Pico de la Zarza, el más alto de isla y hogar de aves como el acebuche canario–, se alcanza el mirador de Cofete, cuyas vistas sobrecogedoras permiten atisbar la impresionante playa del mismo nombre, y sus inabarcables 14 kilómetros de longitud.

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Allá abajo, en el caserío de Cofete, se levantan un puñado de casas modestas y un pintoresco cementerio a orillas del mar, con sus tumbas sepultadas por la arena. La playa, de arenas casi vírgenes, es una de las más hermosas de todo Fuerteventura. También es el lugar elegido por la consejería de Medio Ambiente de la isla para reintroducir una especie en peligro de extinción: la tortuga boba (Caretta caretta), que hace siglos habitó aquí, y que ahora se intenta vuelva a anidar en las arenas de Cofete, liberando periódicamente algunos ejemplares jóvenes, para que regresen a desovar. Un ejemplo más del compromiso de la isla, y de los majoreros, por hacer de Fuerteventura un paraíso natural, ejemplo de destino sostenible.

¿Te gustaría hacer un paseo en velero por la isla con avistamiento de cetáceos?

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¿CÓMO LLEGAR?

Puedes encontrar vuelos a Fuerteventura desde Madrid a partir de 20 € o 24 € desde Barcelona, o 30 € desde Sevilla con portales como edreams o con Lasminute ofertas de vuelo + hotel

PARA DESCANSAR

Agro-Hotel Rugama es un alojamiento rural confortable, ubicado en la localidad de Casillas de Ángel y compuesto por varias viviendas tradicionales remodeladas para ofrecer todas las comodidades. También buena elección es el hotel rural Mahoh, en una antigua casa campesina majorera, construida en piedra volcánica y madera a principios del siglo XIX.

PARA COMER

Casa Marcos (casamarcos-villaverde.com) está situado en la localidad de Villaverde, a los pies de la Montaña Escanfraga y a un paso de sus molinos tradicionales, este restaurante ofrece una cuidada carta con platos elaborados por el chef Marcos Gutiérrez. Otra opción es el restaurante Cuevas de Ajuy (restaurante-cuevas-de-ajuy.negocio.site), a pie de playa.